Agenda ecologista para la transición #4: Recuperar la naturaleza en las ciudades

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Las ciudades experimentaron grandes cambios durante este tiempo de confinamiento por la emergencia sanitaria debido a la pandemia del COVID-19. Uno de estos cambios fue un temporal respiro ambiental.

Los índices de contaminación del aire en el Distrito Metropolitano de Quito (DMQ) descendieron totalmente, los niveles de ruido igual, así como se dio una recuperación de parques y quebradas. Fue posible el avistamiento de especies que normalmente no ocurre; imágenes de volcanes, amaneceres y atardeceres circularon en redes sociales mostrando un paisaje normalmente oculto por la polución.

La emergencia hizo evidente la existencia de redes de producción de alimentos, de huertas urbanas, normalmente invisibles por la vorágine urbana. Al mismo tiempo, políticas erradas como el cierre de ferias agroecológicas, el decomiso de alimentos de pequeños comerciantes y las dificultades para garantizar el abastecimiento de alimentos sanos, dejaron al descubierto las limitaciones institucionales y el desconocimiento de mecanismos para potenciar la comercialización de alimentos.

Caminatas y transporte en bicicleta mostraron su utilidad y las primeras medidas urbanas de movilidad fueron encaminadas a la construcción de ciclovías emergentes.

Esto nos debe llevar a repensar el modelo urbano construido, a tomar medidas para mantener y sostener esta pausa ambiental y lograr que las medidas que adoptemos se encaminen a la recuperación de la naturaleza en la ciudad y a garantizar el sostenimiento de sus habitantes. Es cuestión de prioridades.

PROPUESTAS

Hacia una transición energética urbana

La energía que usemos puede marcar la diferencia, no solo para hacer frente al cambio climático, sobre todo para tener un ambiente sano que fortalezca nuestra capacidad para enfrentar actuales y nuevas enfermedades. La transición energética no es solo un asunto de cambio climático, es también de salud pública.

Una de las claves para enfrentar la post emergencia está en el tránsito del uso de combustibles fósiles a energías renovables, limpias y descentralizadas; destinar recursos a sistemas de transporte público alternativo; eliminar los subsidios a los sistemas de transporte contaminantes existentes.

El modelo de desarrollo sigue siendo expansivo a pesar de la supuesta retórica de cambio. Se sigue posicionando al automóvil privado como el modo de transporte de preferencia y se invisibiliza los graves efectos que tiene en la sociedad, el ambiente y el espacio público.

Implementar un modelo de transporte público sostenible para el DMQ significa una transición energética hacia medios de transporte no contaminantes (eléctricos), como medida encaminada a enfrentar el cambio climático y a su vez para enfrentar crisis como la actual. Las ciclovías deben pasar de emergentes a permanentes.

La limitación que el transporte público tendrá por mucho tiempo lleva a pensar en que se tiene que mantener el teletrabajo en los sectores que se pueda, y preparar el espacio público para recibir a todos las y los ciudadanos que ya no pueden quedarse más en casa por supervivencia.

El sistema de transporte debe ser multimodal y garantizar la accesibilidad universal. Por razones económicas, ambientales, de salud pública y de justicia social, es hora de avanzar hacia la municipalización del transporte público en el DMQ, cuyo control ha estado en manos de grupos de poder privado durante demasiado tiempo. La manera de implementar la transición energética y la mejora del servicio es la municipalización del transporte público en el Distrito.

Otras acciones como modificar el calentamiento de agua basado en el gas o la electricidad por sistemas solares también son parte de este cambio de matriz energética, que además contribuyen a alcanzar otras sustentabilidades, como la reducción del consumo de agua.

Transformar el espacio urbano

La movilidad y el espacio público son dos caras de la misma moneda y van de la mano de la política pública de planificación y construcción de un nuevo modelo de desarrollo urbano, que debe recuperar el espacio público para la gente.

La necesidad de implementar intervenciones urbanas que nos permitan generar espacios para la gente en medio de la pandemia y de cara al distanciamiento físico, es aún más urgente. La creación de muchas más zonas seguras para bicicletas y peatones, es imperativo. La flexibilidad del uso de los carriles asignados a las personas, para espacio de juego y recreación.

La invitación a cambiar el modelo de desarrollo a uno compacto nos permitirá trabajar de manera más efectiva los espacios públicos vitales para que cada barrio logre implementar la tan deseada ciudad de los 15 minutos de cercanía. Las tiendas, la zapatería, la lavandería, la panadería, el carpintero, y otros servicios, dinamizan los barrios y se vuelven necesarios para evitar las grandes concentraciones y desplazamientos.

Que la creación de ciclovías emergentes vaya de la mano con la necesaria protección a la población en las aceras; las aceras siguen siendo uno de los espacios más olvidados de la ciudad, al seguir manteniendo ese silencio cómplice sobre su mal uso como estacionamiento.

Esta es una oportunidad histórica para cambiar la faz de esta ciudad; una que cuando llueva no permita que la gente sea bañada por los autos que pasan a velocidades extremas, una que cuando hace sol, encontremos espacios de sombra y descanso. Una que devuelva la autonomía social a los niños, niñas, adolescentes y adultos mayores; una que más allá del tema actual de la salud, nos permita tener el espacio adecuado para caminar o conversar con algún vecino o amigo del barrio.

Salir del círculo vicioso de creer que el auto es la extensión de los pies y sobre todo superar la idea de que esa es la realidad de todos. Menos de la cuarta parte de la población se moviliza en auto privado y hoy, más que nunca, ese 62% que viajaba en bus, va a necesitar las condiciones para optar por caminar o ir en bici.

La ciudad no sólo debe mirarse a sí misma, debe volver la mirada al campo

En estos tiempos de pandemia se hizo visible el rol vital del campo para alimentar a la ciudad. No sólo hay que recuperar los espacios públicos para garantizar el disfrute, con espacio para arbolado y vegetación que sean parte importante del paisaje; hay que recuperarlos para quese conviertan en lugar de encuentro, intercambio, producción y comercialización de alimentos sanos. Hay que fortalecer la presencia de las ferias agroecológicas en los barrios.

Hay que transformar los parques en laboratorios urbanos, en centros de investigación para la producción de alimentos, de plántulas para los huertos familiares, de arbolado urbano con plantas nativas, en jardines botánicos para la salud. Terrenos baldíos y públicos bien pueden destinarse a la producción de alimentos orgánicos en las ciudades, tan necesarios para desarrollar un segmento económico importante de empleo e ingresos familiares urbanos.

No solo tenemos que mirar a lo rural como el lugar de donde nos abastecemos de energía y alimentos, debemos también preocuparnos de lo que les enviamos de retorno, de lo que la ciudad excreta. Es momento de reducir la cantidad de desechos sólidos que generamos, de tratar las aguas residuales que descargamos a quebradas y ríos. Es necesario separar los desechos en la fuente, adoptar como acciones concretas la separación de desechos domiciliaria y comercial, apoyar el trabajo de recicladores, elaborar ordenanzas para prohibir los plásticos de un solo es imprescindible, al mismo tiempo que se incentiva a quienes reducen la generación de desechos sólidos y comercializan con envases retornables.

El derecho a la ciudad y la naturaleza con derechos

La naturaleza con derechos también significa recuperar la ciudad para sus habitantes. La democracia, el ambiente y la salud no pueden ir separados.

Si las decisiones que se toman sobre lo público tienen cada vez menos acuerdos sociales, durante la emergencia sanitaria ha sido peor. Con la gente recluida, con espacios de encuentro prohibidos, se vuelve aún más imprescindible democratizar la toma de decisiones, la participación y acuerdos para las políticas que se implementen. Que no medren quienes siempre se han beneficiado de los recursos y las políticas excluyentes.

Propuestas y voces ciudadanas urbanas existen, y han sido muy activas en demandar cambios urbanos, que han sido planteados durante mucho tiempo desde el cabildo cívico por ciudadanos, organizaciones barriales, comunas, gremios, ecologistas. Son actores sociales que se organizan para crear canastas y redes de solidaridad y pueden hacer sus barrios vivibles y solidarios. Son quienes deben decidir sobre sus espacios y como los quieren transformar. Que sepan los administradores urbanos que estamos vigilantes de las acciones que realicen y de las decisiones que tomen de espaldas a la sociedad.

Acción Ecológica

20 de mayo de 2020

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