Apartir de 1989, algunos organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial junto con Estados Unidos propusieron diez fórmulas que impusieron “reformas estructurales”. En pocas palabras, comenzaron a exigir que los países emparejaran diversos modos de proceder entre los diversos países. A esto se le conoce como “globalización”. Como se habían juntado en Washington y ahí acordaron esas reformas, le llamaron a esto Consenso de Washington (que incluía la consigna de “No Hay Alternativa”). Así, de manera un tanto coercitiva, comenzaron a exigir que los países fueran abandonando muchas de sus regulaciones y adoptaran otras, equivalentes para todos. Con el pretexto de “facilitar el intercambio comercial”, se dijo que se rompían fronteras pero sólo para hacer leyes, regulaciones, criterios y normas parecidas. Se implantaron los intereses de los países “desarrollados”, que eran los intereses de las grandes empresas allí establecidas.
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