¿De dónde viene la violencia?

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Hoy, 2 de octubre, fecha de nacimiento de Mahatma Gandhi, es también el día en que se celebra el «Día internacional de la No Violencia», como forma de rendir homenaje a quien impulsó esta filosofía y la planteó como estrategia para enfrentar la violencia del poder económico y político.

Naciones Unidas plantea que los gobiernos están en la obligación de «diseminar el mensaje de la no violencia, incluso a través de la educación y la conciencia pública», para alcanzar «una cultura de paz, tolerancia, comprensión y no violencia».

Sin embargo, lo sucedido al término de la marcha convocada por las organizaciones sociales el 17 de septiembre y en los días posteriores, se contradice con dicha obligación, e inclusive con la Constitución, que le indica:

 «Garantizar a sus habitantes el derecho a una cultura de paz, a la seguridad integral y a vivir en una sociedad democrática…» (Art. 3). Luego de estas manifestaciones cerca de 300 personas, en su mayoría jóvenes, fueron detenidas, 53 de ellas continúan recluidas.

«La violencia puede definirse como todas aquellas actuaciones de individuos o grupos que ocasionan la muerte a otras, o lesiones a su integridad física o moral, se la asocia con la agresión, ya que también puede ser psicológica o emocional. La consideran en general, como un fenómeno que impide la realización de los derechos humanos: el derecho a la vida» (1).

En Ecuador vivimos una situación de Violencia sistemática desde entidades públicas y privadas que agreden a personas, colectivos, mediante el amedrentamiento, escarnio público, Violencia física, Violencia simbólica, represión policial, a más de la judicialización y el encarcelamiento. Pero también la naturaleza y la gente que vive con ella son víctimas del modelo depredador y autoritario vigente.

Es violencia la contaminación por petróleo en la Amazonía norte; lo son las venas abiertas en las selvas a través de carreteras que sirven a la explotación petrolera, minera, maderera; la sed de los páramos y otras zonas debido a los monocultivos de eucalipto, pino, ciprés y teca; la destrucción de bosques por la expansión de la palma aceitera o de los manglares a causa de las camaroneras; el vertido de desechos industriales; el apresamiento de ríos para represas; el vaciamiento de territorios y estrategias concentradoras de las Aldeas del Milenio. O la enorme contaminación de la atmósfera con gases que causan el cambio climático a nivel global.

Cuando en agosto de 2013 el presidente dio por terminada la Iniciativa Yasuní-ITT, jóvenes inconformes realizaron manifestaciones no violentas en defensa de este parque nacional y se organizaron para la recolección de firmas que permitieran la consulta popular por el Yasuní. Esto fue respondido con un escandaloso fraude y con Violencia física por parte de las fuerzas policiales para contrarrestar las movilizaciones sociales. Se orquestó una Violencia basada en ataques, insultos, persecución contra los Yasunidos. Es más, medios públicos se esforzaron en construir una imagen negativa de los defensores del Yasuní con etiquetas y estigmatización, buscando legitimar el despliegue de Violencia simbólica y física contra ellos.

La sicóloga Fernanda Soliz, con respecto a la caricatura sobre los Yasunidos aparecida en el Telégrafo, señala que «Por un lado, se desestima la capacidad del colectivo de generar argumentos, se trata de una sátira que homologa los argumentos con la violencia […] Además del componente psicológico que induce a una construcción estereotipada, existe un componente social peyorativo frente a colectivos juveniles, desestimando su capacidad de proponer y limitándolos a transgresiones estéticas».

Hoy son los jóvenes estudiantes, trabajadores, muchos de ellos soporte de sus familias, los que sufren represión por protestar. Así como sucedió con los Yasunidos, se está criminalizando la rebeldía, la desobediencia a un modelo injusto y disciplinador que pone bajo amenaza a la vida y sus defensores.

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