Las corporaciones son, sin lugar a dudas, el principal obstáculo para una acción significativa ante la crisis climática. Estos omnipotentes actores se han dedicado durante los últimos veinte años a socavar el consenso científico, a bloquear la legislación relacionada al tema y maquillar su propia responsabilidad. Incluso el débil compromiso del Acuerdo de París mantener al mundo en los 1,5 grados de aumento de temperatura, lo cual ya es desastroso, no ha logrado nada por detener la codicia corporativa que está llevando al planeta a su límite.
La gran mayoría de las corporaciones aún no dan a conocer sus emisiones, ni han tomado acciones para abordarlas. Además, aunque ninguna corporación financiera global ha adoptado todavía políticas para frenar la quema de combustibles fósiles, el dinero canalizan a las compañías de combustibles fósiles, ha aumentado cada año desde que se adoptó el Acuerdo de París, sumando más de 2 billones 700 mil millones de dólares en los últimos cinco años.
Las compañías agrícolas y productoras de alimentos están entre las de peor desempeño. La preocupación por su papel en la crisis climática está en aumento, Incluso, de las 35 principales compañías productoras de carnes y lácteos, las principales culpables del daño climático dentro del sector, sólo una de ellas se ha comprometido a reducir sus emisiones absolutas según las metas del Acuerdo de París.
Esto no ha evitado que estas compañías reciban miles de millones de dólares de las corporaciones financieras globales,incluyendo aquéllas que afirman estar comprometidas con la inversión responsable. Cuando la crisis climática no era tan evidente físicamente, como lo es hoy, resultaba más fácil para las corporaciones no hacer nada y salir bien librados. Ahora además tienen que luchar contra un movimiento juvenil por el clima.
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