Basura Cero

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Frente a los discursos hegemónicos que desde la ecología conservacionista o desde la ecología mercenaria, han apostado por las tecnologías de especialidad (rellenos sanitarios, coprocesamiento, incineradores y mecanismos de desarrollo limpio) como solución a la crisis doble de la basura sin cuestionar el modelo de desarrollo, Acción Ecológica, propone una aproximación de ruptura que parte de la comprensión de la basura, no como una mercancía regulable por el mercado, sino como el resultado final de un proceso metabólico fisurado y malsano.

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Frente a los discursos hegemónicos que desde la ecología conservacionista o desde la ecología mercenaria, han apostado por las tecnologías de especialidad (rellenos sanitarios, coprocesamiento, incineradores y mecanismos de desarrollo limpio) como solución a la crisis doble de la basura sin cuestionar el modelo de desarrollo, Acción Ecológica, propone una aproximación de ruptura que parte de la comprensión de la basura, no como una mercancía regulable por el mercado, sino como el resultado final de un proceso metabólico fisurado y malsano.

La basura resulta ser el espejo de las relaciones violentas y asimétricas entre sociedades capitalistas explotadoras y sus naturalezas depredadas, sociedades cuyos modelos productivos y reproductivos, así como sus relaciones de poder, se fundan en la subsunción formal y real del trabajo, del consumo y por ende de la basura al capital. En esta línea, la campaña Basura Cero de Acción Ecológica se articula en torno a algunas reivindicaciones esenciales:

  • La basura no es, ni puede ser considerada como mercancía, sino que debe ser comprendida como resultado final de un proceso de metabolismo sociedad-naturaleza fracturado, malsano, que lejos de reincorporar los residuos orgánicos e inorgánicos para limitar y reducir los procesos de extracción primaria de recursos, los transforma nocivamente para ser inaprovechables y luego los concesiona, entierra, coprocesa o incinera.
  • Si la basura se convirtiese en mercancía privatizable, se legitimaría la utilización de tecnologías antiecológicas, ineficientes y peligrosas para la salud humana y ecosistémica, otorgándole al sector industrial-empresarial, una vez más, el poder de lucrar a través de la apropiación de la basura. Pero, sobre todo, en estas fórmulas mercenarias, los recicladores del mundo no tienen cabida, como no tienen cabida las propuestas por un cambio radical de modelo, el cese de los extractivismos, el rechazo a las tecnologías perniciosas, el boicot al sobreconsumo, el compostaje, la reducción, regulación y prohibición de materiales no reciclables.
  • La respuesta a la crisis doble de la basura no está en las tradicionales tres o cuatro “R”, (reciclar, reducir, reusar, rechazar o incluso más recientemente: redistribuir), sino en las “4S”, Basura Cero es igual a soberanía política, alimentaria, energética y tecnológica. El fortalecimiento de experiencias reparadoras de la relación sociedad naturaleza, la agroecología, la agricultura urbana, el compostaje domiciliario y comunitario, así como la implementación de políticas públicas locales de Basura Cero, son un primer camino a seguir. Sin embargo, ante todo, un modelo Basura Cero debe incluir desde su diseño hasta su implementación y evaluación a los y las recicladoras.
  • Los y las recicladoras del mundo, organizadas y no organizadas, son sujetos comunitarios y no actores privados. Se trata de ecologistas populares quienes, desde sus demandas, luchan por la justicia social, ecológica y de género. Al igual que otros ecologistas populares son un grupo históricamente excluido y segregado. Los y las recicladores han sido expulsados de las ciudades hacia las periferias en las que se han instalado verdaderos territorios en sacrificio con la imposición inconsulta de sistemas de disposición final de residuos (basurales a cielo abierto, rellenos sanitarios, incineradores), pero también han sido desplazados de sus empleos y despojados de los medios de producción.
  • Frente a esto y como medida de reversión de las tres dimensiones de la acumulación originaria del capital: los y las recicladoras retornan, a través de su oficio, a reterritorializar las ciudades, recuperar sus medios de producción y exigir el derecho al acceso “cierto y seguro” de la basura como como bien común, como valor de uso no mercantilizable, e inalienable del gremio reciclador.
  • En América Latina y El Caribe la basura es un valor de uso vital para alrededor de cuatro millones de familias recicladoras. A esto se suma que la gran mayoría de las recicladoras en el mundo, son mujeres. Mujeres que sufren la triple carga: la de clase social, la de género y la de etnia, además de otras diversidades que agudizan su vulnerabilidad: las orientaciones sexo-género diversas, la edad, las capacidades especiales y la pérdida de salud. Se trata de mujeres que, por un lado, enfrentan el peso del trabajo reproductivo de la procreación, la crianza y el trabajo doméstico no remunerado; y por otro lado el de la producción social precarizada. Pero sobre todo se trata de mujeres que luchan desde el comunitarismo y la organización y que en la práctica construyen, en el vertedero a cielo abierto y en el reciclaje a pie de vereda, la utopía del “bien común”.
  • Desde la reproducción social recae sobre las recicladoras: la reproducción humana (tener hijos), familiar (cuidar a sus parejas e hijos) y comunitaria (cuidar a adultos mayores, discapacitados, enfermos y otras personas no insertadas en el proceso productivo capitalista). A esta continua exigencia de asumir todas las cargas de la reproducción social, en el caso de las recicladoras, se suma una carga adicional, la de la producción y reproducción de la vida (humana y no humana) a través del oficio del reciclaje. Las recicladoras del mundo limpian los metabolismos sociales urbanos y al mismo tiempo garantizan la provisión de nueva materia prima evitando nuevos extractivismos y cerrando con ello los ciclos vitales de la naturaleza.
  • Esta reproducción –que en el capitalismo es inherentemente antiecológica por el modelo económico y productivo– atenta contra la vida misma, genera sobreconsumo y basura, externalizando los impactos ambientales y sociales para que sean amortiguados por los y las recicladoras, así como por los territorios en los que se entierran o incineran los residuos (zonas de sacrificio) y que son habitados por los expulsados globales, la humanidad residual en palabras de Bauman.
  • Es así que la lucha del gremio reciclador desde una perspectiva ecofeminista presenta una oportunidad de reivindicación para el movimiento feminista urbano latinoamericano e invita a replantear sus objetivos desde aproximaciones comunitarias y ecologistas. La lucha de las mujeres por tener cargas compartidas no puede construirse en afán de alimentar al sistema capitalista, sino en promover un modelo de buen vivir comunitario, para todos, no solo para las mujeres. Los ejemplos de lideresas mujeres en estos textos no solo han tomado una bandera feminista, sino que han propuesto justicia ambiental, social y económica desde una posición feminista, por la vida humana y no humana.

Con estas premisas, la campaña Basura Cero de Acción Ecológica se organiza alrededor de tres grandes desafíos: 1. aportar a la construcción de una teoría crítica de la basura, 2. acompañar experiencias de organización y resistencia frente a las diversas expresiones nocivas de los procesos de excreción (territorios en sacrificio, conflictividad socioambiental, etc.) y 3. propone utopías posibles, el ideal de Basura Cero, como proyecto ético-político.

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