EL SIGLO DEL ENVENENAMIENTO Y DE LA MUERTE MASIVA

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Estimad@s amig@s:

Nunca como hasta ahora se han visto tan claros y cercanos los límites del modelo de desarrollo actual basado en los hidrocarburos.

Nunca como ahora se ha entendido mejor la relación del petróleo y las redes de poder que controlan el mundo, ni se han sido tan evidentes las relaciones del petróleo con las principales desgracias que afectan a la humanidad.

Tras las peores guerras del último siglo y del que comienza
Tras el despilfarro económico de industrias y recursos financieros
Tras la inestabilidad y empobrecimiento de muchas naciones
Tras incontables golpes de Estado, dictaduras y manipulación de democracias
Tras el secular sometimiento de los trabajadores asalariados más productivos
Tras la deuda financiera internacional de los últimos treinta años
Tras las industrias químicas más riesgosas
Tras la extinción implacable de incontables pueblos indígenas
Tras la contaminación del agua dulce del mundo, el agua de los siete mares y del aire de las ciudades
Tras la destrucción de numerosos bosques
Tras la acumulación de cantidades descomunales de basura química y de plásticos
Tras el cambio climático, que incluye ciclones, inundaciones y huracanes cada vez mas peligrosos
Tras la aparición y masificación de numerosas enfermedades degenerativas
Y, por ende, tras la extinción de la vida del planeta y como principal causa de muertes humanas en el mundo está el petróleo.

El siglo XX fue el siglo del envenenamiento y de la muerte masiva de la gente y de la vida del planeta. Este envenenamiento es el producto no sólo de los desechos producidos durante la extracción de crudo, sus derrames por tierra y mar y su acidificación de las lluvias. Son además consecuencia de los agroquímicos, los Contaminantes Orgánicos Persistentes (COP), los combustibles, los hidrocarburos policíclicos aromáticos, los fármacos, los desechos hospitalarios y otros compuestos que se producen a partir del petróleo y que se descargan y se acumulan en el planeta… y están matando a la Tierra.

Se construyó una sociedad que basó su desarrollo y acumulación en la adicción al petróleo y dio lugar a que éste literalmente invada los campos, las mentes, la estética, las calles, el aire, los mares.

En el siglo XX las peores amenazas a la soberanía de las naciones y de los pueblos han salido de las guerras e intrigas por petróleo. Pues los grandes imperios definen sus principales formas de poder económico y militar en torno a la posibilidad de tener en su propio suelo oro negro, o de lograr en otras regiones el acceso seguro al mismo.

El siglo XX se erigió como la era del poder supremo de las transnacionales, en donde con la presión, la manipulación y la corrupción, también se empuja a la renuncia de las soberanías nacionales. Por ello mismo, uno de los pasos más osados de las naciones del sur fue la constitución de la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP).

El siglo XX ha construido desde su base industrial petrolera una cultura basada en un patrón de consumo energético y material nocivo y adictivo, que ha enfermado degenerativamente a cientos de millones de personas, mientras confrontaba y exterminaba a miles de culturas tradicionales, de usos y costumbres sanas y ecológicas. Sólo unas cuentas han logrado sobrevivir, de manera cada vez más aislada, empobrecida e indefensa.

Para el Sur del mundo el modelo petrolero significó hacer perpetuo el intercambio desigual, la dependencia tecnológica, el endeudamiento, y el empobrecimiento La deuda ecológica del Norte Al sur, que incia con la conquista, se incrementó con el intercambio económica y ecológicamente desigual.

Y mientras esto ocurría, hemos aceptado sufrir por separado cada una de estas agresiones. O peor aun, enfrentados unos contra otros: como habitantes de un país en guerra con otro, como trabajadores petroleros contra comunidades indígenas, como pueblos del norte y el sur, como empobrecidos de las ciudades contra indígenas y campesinos, como enfermos de consumo contra pacifistas, como los que proponen contra los que critican….y así sucesivamente.

Miradas a la distancia cada lucha, resulta difícil no mirar la profunda conexión que cada una de estas guarda entre sí.

La defensa de la salud y de la alimentación, la lucha por fuentes de energía sanas, por una agricultura sustentable y soberana, la lucha por la descontaminación y contra el calentamiento global, la búsqueda de una química verde asociada a nueva política de materiales, la lucha contra las empresas transnacionales que expropian los recursos naturales y el uso sustentable de nuestras naciones, la lucha por la soberanía nacional y por la paz en el mundo… depende en gran medida de que seamos capaces de arrinconar de forma unificada a la industria petrolera y a la civilización que le sostiene.

La crisis de la civilización petrolera ya llegó a su cima. Pero la salida de esta crisis no está en marcha. Por el contrario, su salida se retrasa mientras los rasgos más decadentes de la crisis se subrayan de forma cada vez más letal.

Entre tanto, resulta evidente que la transición a una nueva civilización, requiere de la creación de alternativas técnicas, científicas, ambientales y culturales que no son completamente evidentes. Así como de nuevos mecanismos macroeconómicos, financieros, políticos y culturales apropiados muy complejos, que permitan reconstruir la paz y la equidad entre los pueblos, recuperar la salud de todos y restaurar el medio ambiente, renegociar la deuda financiera internacional y compensar el saqueo de los países del sur, asegurar la justicia y la democracia verdadera en todos lados.

No es suficiente entonces, el tránsito hacía energías alternativas, seguramente en manos de las transnacionales, sino el tránsito a otro tipo de sociedad.

Para nosotros, la lucha de las comunidades campesinas, de pescadores e indígenas, que dan una batalla frontal contra la globalización y el neoliberalismo, al defender su derecho a vivir en sus tierras, con autonomía, sin agresiones físicas, culturales, ambientales, poniéndose al margen incluso de los que se consideran “símbolos del progreso”, nos señala un camino claro. Pero hace falta escucharnos entre todos, para poder pensar en soluciones que consideren de forma global los problemas de todos.

¿Cuáles son las organizaciones y redes que podemos iniciar una colaboración positiva en una lucha contra la civilización petrolera? ¿Cuáles son los movimientos locales y globales más importantes que no podemos ignorar en nuestro esfuerzo? ¿Cuáles los convenios internacionales y agendas que mejor podríamos aprovechar en este proceso? ¿Cuáles las nuevas iniciativas que podríamos y deberíamos inventar?

Para responder a estas y otras necesidades Oilwatch invita a las redes amigas a iniciar un diálogo para juntar nuestras luchas y lanzar una Campaña mundial contra la civilización del petróleo.

Les invitamos a enviar sus opiniones, reflexiones e ideas que aclaren este concepto, para que podamos construir un camino juntos.

Les invitamos a organizar un encuentro conjunto en el que podamos fijar estrategias de trabajo coordinado y una campaña común, donde podamos ver reflejadas cada una de las luchas que hoy llevamos por separado y donde todas y cada una de nuestras batallas cobren una nueva dimensión.

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