Diego Alejandro Cardona Calle – Andrea Echeverri Sierra – John Freddy Gómez Celi (Bogotá – Colombia, Junio 2020)
¿Cómo se está implementado la economía verde en Colombia? Esta es la pregunta de la tercera entrega de la colección Alertas sobre economía verde. ¿Qué la motiva?: problemas asociados, en particular, que la presión de destrucción sobre las selvas no ha disminuido en 10 años, incluso, avanza, y que se observa una carencia de participación ciudadana en las decisiones al respecto; que el flujo de recursos no llega, en su mayor parte, a los territorios; que no mejora la calidad de vida de las comunidades y que, como se insinuó en las entregas anteriores, el modelo de economía verde es ineficaz para detener la deforestación, la degradación y la crisis climática.
En el planteamiento de la economía verde se prometen la protección y el uso sostenible de la naturaleza y el bienestar social, al tiempo que el crecimiento de la economía, en general. En esa lógica, las selvas serían el primer patrimonio natural a proteger, por dos razones: de una parte, la deforestación y el cambio de uso del suelo se entienden como una importante fuente de emisión antrópica de gases de efecto invernadero.
De otra, se reconoce el rol de las selvas como sumideros de carbono. Brasil sería, entonces, el país que más podría contribuir con esa causa pues posee la mayor extensión de selva ecuatorial en el planeta. En esa vía, una investigación en 2012 indagó acerca de las motivaciones que tienen las mayores empresas de ese país: mineras, petroleras, de energía, de química, agrícola, de servicios, de plantaciones, de celulosa y papel, entre otras, para incorporar los servicios ecosistémicos en sus operaciones.
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