AGUA: inicio y cuerpo de todas las luchas de todas las luchas Digamos NO al trigo transgénico

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En este número de Biodiversidad queremos volver a hablar del agua. A lo largo de sus casi treinta años, en nuestra revista hemos reconocido en el agua el corazón de la existencia de todo nuestro planeta y de nosotras, las comunidades humanas que la veneramos y la disfrutamos como nada más en el mundo.En la totalidad de su ciclo se cumple también la totalidad de la existencia: de los páramos a las oquedades que bajan en secreto el agua hasta donde empieza a formar hilitos que luego son caídas y cascadas y pozas, arroyos o surgimientos bien nombrados manantiales desde donde fluye la vida. Pensamos el agua en su camino torrentoso hasta los arroyos y luego los ríos hasta llegar al mar donde sube y trepa el viento y se vuelve vaporosas nubes que después se vuelcan como baldes sobre los diferentes bosques, valles y laderas activando la vida.

El agua se manifiesta en quietud profunda de manantial y en colosal río que se desborda. Así es y ha sido duran-te millones de años. Los arroyos y los ríos son las venas de la madre tierra y, como las venas mismas, cuando el pulso se agita, por sus conductos aumenta el flujo sanguíneo para purificar el cuerpo y, cuando el corazón se calma, el flujo de nuestras venas disminuye”. E insiste: “Somos una especie que prueba su suerte en este mundo a costa de todas las demás. Y peor, a costa del paisaje, sus relieves naturales, sus caudales y topografía natural. En algún momento nos perdimos y buscamos amoldar la naturaleza a nuestro antojo modificando ecosistemas, cuencas e interacciones bióticas. En ese frenesí, deterioramos los bosques que antes captaban y contenían el agua para que se infiltrara aguas arriba. Y aguas abajo, aniquilamos la sinuosidad de los ríos y arroyos para convertirlos en canales desenfrenados. Ya no hay remansos, playitas, parajes a donde de niños amábamos ir a jugar, chapotear y convivir. Los arroyos son viles canales que motivan la velocidad de la escorrentía hídrica y el arrastre de lo que a su paso encuentra”.

La crisis hídrica se expresa como sequía y desecación de lagos y ríos o como merma en la captación de agua de las presas, pero también como huracanes, tormentas e inundaciones más intensos e inusitados. En México, y en otros países de América Latina, ante estos extremos que se han asociado al calentamiento global o al cambio climático, diversos sectores de la población advierten que se relacionan directamente con la apropiación del agua, con el despojo y la devastación territorial. Procesos que además de generar “escasez” para la mayoría, alteran el ciclo del agua, la contaminan y degradan, y comprometen a su vez la subsistencia de las comunidades y sus hábitats.

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